“Quiero tiempo, pero tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor. Por favor me lo da suelto y no enjaulado adentro de un despertador”.
Marcha de Osías, M.E .Walsh.
Desde el momento mismo del nacimiento somos una fuente inagotable de actividad: miramos, manipulamos, descubrimos, experimentamos, en conclusión, jugamos y de esa manera comprendemos y aprendemos el mundo. Jugar se transforma entonces en una actividad vital, al decir del escritor y filósofo alemán Von Schiller:
“El hombre solo es verdaderamente humano cuando juega”.
Jugar es sin dudas una fuente de placer y satisfacción que permite expresar sentimientos y emociones y fortalece la confianza individual y colectiva. En tiempos donde no hay tiempo, jugar se transforma en un diario desafío que padres y educadores debemos asumir.
Como grupo humano debemos trabajar para reivindicar esta actividad tan antigua como la existencia misma de la especie humana (“ homo ludens“). Los niños y niñas de todas las épocas y culturas tienen en el juego su quehacer más preciado.
Como docentes no podemos olvidar que la actividad lúdica tiene que estar incluida en los diseños curriculares. Muchos teóricos de la Educación han enfatizado el papel del juego en el aprendizaje. Por ejemplo para Bruner:
“El juego infantil es la mayor muestra del aprendizaje espontáneo”.
Y para Piaget:
“El juego pone a prueba la estructura cognitiva básica”.
Es indudable que el juego debe tener un sitial de privilegio dentro del quehacer social. La actividad lúdica es imprescindible para el desarrollo humano y las instituciones educativas no podemos permanecer indiferentes a esta necesidad.
Teniendo en cuenta que el juego estrecha los vínculos y que diversos estudios científicos han comprobado que jugar ayuda a controlar el estrés y libera energía, nos preguntamos_ ¿por qué sólo los niños deben jugar? En beneficio de todos empecemos a cultivar las instancias lúdicas en la familia, en la escuela, en los grupos sociales.
Al decir de Albert Einstein “el juego es la forma más elevada de la investigación”, dediquemos más tiempo a una actividad vital que ayuda a regular las emociones, fortalece la confianza en sí mismo, potencia la memoria y promueve la cooperación. A jugar entonces, porque en el juego hay mucho en juego.
El juego es un derecho para todos los niños.
«Los estados parte reconocen el derecho del niño/a al descanso, al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas apropiadas para su edad”
Convención Internacional sobre los Derechos del niño (1989)